Recuerdo cuando era pequeña un acontecimiento que indicaba que el final de curso y el comienzo del verano estaban cerca: la Feria del Libro de Madrid.
Mi padre siempre nos llevaba a mi hermano y a mí. Hacíamos actividades que programaban, veíamos cuentos en los diferentes pabellones que instalaban… Pero lo que más recuerdo era buscar por las diferentes casetas los cuadernillos de verano.
El verano se hacía tan largo, que mandaban hacer cosas durante esos meses de vacaciones. En mi casa, era totalmente voluntario hacerlos o no. Me interesaba por ellos. Siempre los comenzaba con mucho entusiasmo.
A día de hoy, lo único que recuerdo de esos veranos con los cuadernillos, es no haber acabado ninguno.
Empezaba muy motivada, pero al cabo de unas pocas páginas me aburría soberanamente. Por lo que el cuadernillo no solo no cumplía con su objetivo de divertirme mientras repasaba, sino que encima me quedaba con la sensación de que nunca terminaba nada en verano, lo que, a la larga, hacía que me sentiera mal. Y si la cosa podía empeorar, mi hermano sí los terminaba.
No recuerdo haber repasado las tablas de multiplicar, ni hacer análisis morfológicos, ni trabajar la comprensión lectora, ni hacer resolución de problemas.
AUNQUE UNA COSA SÍ ES CIERTA
Cuanto más practicamos algo, mejor se nos da.
Y si no que se lo pregunten a alguien que acaba de aprobar el carnet de conducir. Si no conducen durante un tiempo, al volverlo a hacer, les cuesta un poco. No han practicado lo suficiente y no se ha convertido en un proceso automático.
Lo bueno de que algo se convierta en automático es que libera recursos cognitivos. Esto nos permite simultáneamente poder hacer alguna otra cosa que requiera un control consciente. Por ejemplo, en el caso de los conductores nobeles, poder mantener una conversación con el copiloto o escuchar música sin perder los nervios.
Otro ejemplo más relacionado con la educación puede ser la adquisición de la lectura.
Cuando una niña o un niño aprende a leer, tiene que ir traduciendo las letras (grafema) por sonidos (fonema), lo que requiere toda su atención. Si le preguntamos sobre lo que ha leído, probablemente no se acuerde de nada. Y esto sucede porque su memoria de trabajo está reteniendo todos los sonidos para formar una palabra y decirla en voz alta. Y la capacidad de la memoria de trabajo es limitada como ya te conté en este post de El castillo durmiente.
Una vez que ha leído mucho, se convierte en un proceso automático que le permite liberar recursos cognitivos, sobre todo la memoria de trabajo, que ahora tendrá espacio libre recordar la información que han extraído del texto.
PERO ¿ESTOY O NO ESTOY A FAVOR DE MANDAR DEBERES EN VERANO?
Pues te diré que depende.
Como friki de la neuroeducación te diré que solo aprendemos aquello que nos provoca una emoción. Por lo que si los deberes de verano se limitan a un cuadernillo o fichas con diferentes actividades mecánicas y repetitivas, solo conseguiremos perder nuestro tiempo.
Digo «nuestro» porque es tiempo familiar. Tiempo que no estaremos disfrutando del verano, temiendo el momento en que se tengan que poner a repasar.
Si queremos que sigan aprendiendo en verano, que sea de la manera más divertida posible. Tanto para ellos como para nosotros. Porque el verano va de eso, de pasar más tiempo de calidad junto a nuestros hijos.
Te propongo algunas actividades que podéis hacer juntos.
Por ejemplo, puedes gamificarles actividades para el verano como les ha hecho Dácil a sus hijos. Puedes leerlo en su Blog de una madre desesperada.
O puedes hacer diferentes manualidades con ellos, ya que nos sirve como excusa para que sigan reforzando y aprendiendo cosas, como nos cuenta Refuerzo Divertido en sus diferentes post.
Circulan por las redes sociales los deberes de verano que mandan algunos profesores, como los del profe Manolo. Sus recomendaciones se han hecho virales. Puedes verlas aquí. Señal de que la cosa va cambiando poco a poco.
Imagínate la motivación que van a tener estos peques para hacer cosas.
¿ Y HOY NO HABLAS DE JUEGOS DE MESA?
Ya sabes que lo mio son los juegos de mesa.
A lo largo de mis anteriores artículos, te he ido explicando los diferentes beneficios que éstos tienen tanto a nivel cognitivo, emocional y social para los niños y no tan niños.
Cada vez que unos papás vienen a consulta solicitando ayuda, siempre les digo que es necesario tener una buena base, unos buenos cimientos para poder seguir construyendo el aprendizaje. Si no tenemos unas habilidades cognitivas, sociales y emocionales buenas, no aprenderemos satisfactoriamente.
Y una de las herramientas que tenemos a nuestra disposición para trabajar estos tres aspectos conjuntamente son los juegos de mesa.
No te voy a hablar de ninguno en concreto hoy. Hay juegos de mesa para todos los gustos, por ejemplo:
- Para pequeños (Primer Frutal) o para mayores (7 wonders).
- Juegos competitivos (Carcassonne) o cooperativos (Magic Maze).
- Para un jugador (Katamino pocket), para dos jugadores (Star Realms) o para mucha gente (Time´s Up).
- Juegos Rápidos (Dobble) o que duran más tiempo (Catán).
CONCLUSIÓN
Disfrutando en verano con los juegos de mesa, además de reforzar las habilidades de nuestros hijos e hijas, mejoraremos los nuestros. Compartiremos más tiempo con ellos. Al final es de lo que se trata, de crear unos nexos de unión entre padres e hijos. Disfrutar de nuestro tiempo juntos y crear recuerdos felices en ellos.
Y tú ¿ya has decidido qué vas a hacer este verano?